La mujer en la alta dirección

Dos artículos de reciente aparición en Expansión&Empleo ahondan en el tema objeto de este post.

En el primero de ellos, dos periodistas y mujeres al mismo tiempo proponen una teoría un tanto peculiar según la cual, dado que la nueva Ley de Igualdad despeja el camino de las mujeres que quieren alcanzar un puesto directivo y habida cuenta de los pocos curricula femeninos que reciben los headhunters concluyen que "a las mujeres les interesan poco los puestos de la alta dirección".

Prefiero leer tan drástica conclusión, con la no estoy para nada de acuerdo, como un toque de atención del que extraer mensajes, y del artículo se pueden extraer varios (algunos relacionados con varios de los puntos sugeridos por Calleja en su última sesión). Contiene incluso perlas como la siguiente:

"[...] las mujeres representan más del cincuenta por ciento del talento en la sociedad y el hecho de que su representación en los cuadros directivos esté por debajo de esa proporción significa que las cosas no se están haciendo bien. Muchas directivas están demostrando que pueden competir con éxito en el mercado laboral sin renunciar a su vida personal y su tiempo de ocio"

Ambas proposiciones enlazan perfectamente con el segundo artículo que os propongo, en el que Guido Stein, en una reflexión muy personal, afirma sin ningún pudor que "los mejores son ellas".

"Mis interlocutoras me dicen que a condiciones iguales, lo tienen más difícil que un hombre y que a la primera que te singularizas (se pronuncia pedir reducción de jornada, horario continuo, etcétera) pasas a jugar en otra división. Luego nos asombra que se desmotiven.

No todas las mujeres en plena actividad quieren lo mismo; pero muchas coinciden en que no están dispuestas a sacrificar su vida personal y familiar por el éxito profesional. Es un escándalo social que hoy una mujer capaz se vea en la tesitura de esta elección perversa."

Enhorabuena chicas, y contra el anacronismo, ¡más liderA! Aunque, si es posible, sin que nos llegue a pasar esto que comenta otro profe del IESE, Santiago Álvarez de Mon.

Jaime